miércoles, 6 de marzo de 2019

El principito por Antoine de Saint Exupéry.








Alguien me recordó este libro, Y  debo aceptarlo, me he enamorado del principito, de su reflexión y de la profundidad de cada personaje.

Me gustan varias partes pero más donde dice que no todos amamos igual, si recordamos el principito era devoto a su flor, la amaba y encontraba en ella una belleza única y trascendental, se ocupaba de ella y pensaba en ella todo el tiempo, sin embargo la flor estaba tan consumida en ella misma, en su propio éxito, se amaba tanto a sí misma que no tenía espacio para amar al principito

Él le dedicaba tiempo, le hacía un espacio en su vida y en sus pensamientos y ella, simplemente estaba acostumbrada y cómoda con los cariños del principito, evitando verdaderamente sentir.

Lo valioso no son los objetos como tales, son las experiencias: El principito se creía rico con una flor única sin darse cuenta que como ésta, existían millones en otro lado. ¿Qué  la hacia tan especial?

Lo valioso, que tanto había asegurado en su corazón el principito, va mucho más allá de tener o de acumular. Lo importante era el tiempo que le había dedicado, el cariño, las experiencias que habían construido.

Esto pasa con las personas, hay miles y millones en el planeta, cada una especial por alguna razón. Sin embargo, ¿por qué nos aferramos?, nos aferramos por lo que se construye, por el respeto que se brota, por cada mirada, cada charla… cada pequeña cosa que le da un valor especial a cada ser humano.

Nos ocupamos tanto en buscar, que olvidamos qué es lo que buscamos: Como el principito, cada uno de nosotros  en la medida que se identifique,  vamos por la vida divagando, buscando respuestas, buscando amistades, buscando oportunidades… huyendo de realidades y divagamos y disfrutamos y encontramos pistas pero casi nunca plenitudes (pues a veces no lo permitimos).

Queremos huir para encontrar algo mejor, para ser mejores, para vivir mejor… cuando en realidad, el conocer, el vivir, el aprender no depende de un espacio o un tiempo, sino de la actitud ante ello. Puedes aprender aquí y en cualquier parte del mundo, puedes encontrar grandes amigos aquí y en otros lados, es cuestión que abras los ojos y abras tu corazón, mente para aprender, para recibir… para encontrarte.

¿Cuántos planetas visitó el Principito? ¿Cuánta gente conoció? y a pesar de divagar y divagar, pocas veces el Principito se abrió a la posibilidad de aprender algo de cada persona o lugar al que entraba.

Enterramos a nuestro niño que tenemos dentro, porque la sociedad te lo exige: Debes crecer, madurar y olvidarte de estupideces. Concentrarte en estudiar y en tus responsabilidades. “Olvídate de imaginar y de perder el tiempo en tonterías…” “preocúpate por ser alguien” y al final nos terminamos convirtiendo en:

“El hombre de negocios” cuya obsesión es poseer, acumular y ser rico. Preocupado tanto por el poder que de a poco pierde la noción de lo que en verdad representa el “tener”. Nos convertimos en avaros y en ciegos, pues solo queremos el éxito material propio.

“En el vanidoso” y en la figura exacta del capitalismo. Obsesionándonos con el reconocimiento social, con el ego y con el que el “otro” me avale y me acepte, olvidando aceptarme yo mismo primero.

“En el bebedor” y no necesariamente en el alcohólico, sino en aquel que tiene miedo de saber lo que la gente piensa de él. Que quiere olvidar lo que siente… que siente vergüenza por lo que es y simplemente prefiere perderse ya sea en alcohol o en materialidades, todo depende.

En el “farolero” obsesionado con su trabajo, que se olvida de si mismo.

En el “Geógrafo”, quien a pesar de su gran sabiduría, dedica su vida totalmente a estudiar generalidades como ríos, planetas, mares… pero se olvida de apreciar los pequeños detalles, como la simple belleza de una flor.

Lo que embellece a las cosas es lo invisible: Simple y sencillo. Cada persona que cruza en tu vida tiene sueños y miedos, tiene una historia, un pasado. Ha cometido errores, los ha superado, o no, tiene pasiones y disgustos… cada persona es una obra de arte que se debe descifrar de a poco y eso es lo que la hace hermosa.

A veces se aprecia lo que se tiene, cuando se va: Nos acomodamos, nos aseguramos de las cosas, de la salud, etc, de las personas… y cuando todo cambia es ahí cuando apreciamos y extrañamos lo que era.

¿Por qué apreciar cuando se pierde?

Debes invertir en el otro.. “el amor le imparte valor a las personas”

Tanto como el principito invirtió en su flor y en sus amistades, así como el las “domesticó”, así debemos de aprender cada uno de nosotros.

Invierte en el otro, dedícale tiempo, pon a las personas que te quieren y que te han querido como prioridad. Invierte en escucharlas, en aconsejarlas, en regresar un poco de cariño que estas te han brindado. Y nunca des por sentado o seguro a alguien, pues como en el punto anterior lo mencioné…. nunca se sabe cuando se podrá perder.

No tengas miedo a sentir, ni mucho menos miedo a mostrar tus sentimientos:

Mostrar los sentimientos no es de débiles ni cobardes, al contrario es de valientes… y son estos, los que nos hacen cobrar vida… sean buenos o terribles… La flor no quería llorar frente al principito por orgullosa y vanidosa… pero ¿y si hubiera llorado? quizás el principito hubiera reconocido sus verdaderos sentimientos y se hubiera quedado…debemos de recordar que en la misión de abarcar mucho, poco se logra atesorar, mil gracias por sus apreciables visitas, que su día sea espectacular, feliz miércoles...con mucho cariño su amiga mexicana_________Kimera












Una frase cuyo contenido, es igual a la frase del principito, interesa hoy mucho a los científicos y a los biólogos. al dirigirse a los principiantes, indicaba que los temas científicos no se agotan y siempre hay algo por descubrir. Por eso en biología, como en toda la ciencia, es importante reconocer con humildad la propia ignorancia y volver, una y otra vez sobre nuestros pasos.