Había una vez un campesino chino que aunque era muy pobre, tenía una gran sabiduría.
Un día, mientras trabajaba la tierra con su hijo, éste le comentó:
-¡Padre, qué desgracia! Se nos ha ido el caballo.
-¿Por qué le llamas desgracia? respondió el padre, ya veremos lo que nos trae el futuro.
A los pocos días el caballo regresó, acompañado de otro caballo.
-¡Padre, qué suerte! exclamó esta vez el muchacho, nuestro caballo ha traído otro caballo.
-¿Por qué le llamas suerte? preguntó el padre, ya veremos lo que nos trae el futuro.
El muchacho quiso montar el nuevo caballo, pero éste, que no estaba acostumbrado a que lo montaran, lo arrojó al suelo y el muchacho se rompió una pierna.
-¡Padre, qué desgracia! exclamó el muchacho, me he roto la pierna.
El padre, fiel a su sabiduría exclamó: ¿Por qué le llamas desgracia? ya veremos lo que nos trae el futuro.
El muchacho no se quedó muy convencido y seguía quejándose en su cama. Pero pocos días después pasaron por la aldea los enviados del rey buscando jóvenes para llevárselos a la guerra.
Llegaron hasta la casa del anciano, pero como vieron al joven con su pierna entablillada, lo dejaron y siguieron su camino.
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