jueves, 30 de julio de 2015

Intuición


Aquella calurosa mañana de verano perdí la noción del tiempo.

 Me apoyé en el mango del azadón y dejé que la imaginación me llevara a actividades más emocionantes que arrancar malas hierbas. 

Entonces vi a mi abuelo que se acercaba rápidamente entre las plantas de maíz zarandeando una fina y larga vara.

Pensé: ¡En tremendo lío me he metido!. Me puse a darle a la azada tan rápido como me lo permitían los brazos. No me atrevía a levantar la vista mientras oía sus pasos por los surcos y los tallos de maíz que le rozaban las piernas.

Sentí que por primera vez el abuelo iba a tratarme con dureza.

Aquel verano yo tenía once años. Todavía se dejaban sentir en Tennesse las consecuencias de la Gran Depresión y la mayoría de los montañeses dependían principalmente de lo que cultivaban y criaban en sus pequeñas parcelas. 

Se suponía que yo removiera la tierra con la azada para que el abuelo pudiera terminar de arar. 

Papá le había dicho: No dejes que pierda el tiempo. Si hace falta, dale unas nalgadas; no dejes que se ponga a jugar o pierda el tiempo apoyado en el mango del azadón. Últimamente está muy perezoso.

Estaba claro que mi padre temía que el abuelo fuera demasiado blando conmigo.

Uno de los mejores momentos de mi niñez fue un día del verano anterior en que había oído a mi abuelo decirle a un predicador que estaba de visita, que tal vez yo llegaría a ser su mejor nieto, porque tenía actitud para “las cosas de la mente”. Pero aquella mañana “las cosas de la mente” se habían apoderado de mí y me iban a jugar una mala pasada.

Apoyado en el mango de la azada, espantando de vez en cuando las abejas y los escarabajos del maíz, mis pensamientos volaban al arroyo donde planeaba construir un dique con barro, hojas y piedras.

 Luego, construiría barcos con tapas de baldes y cajas usadas de puros y tendría una flota en alta mar. Absorto en mis proyectos de ingeniería, ni noté que el abuelo había dejado de arrear a la mula en el campo colindante.

De pronto lo vi acercarse caminando rápidamente entre dos filas de plantas de maíz con una vara en una mano y empecé a trabajar.

-Espera un momento-, dijo con prisa. Necesito encargarme de algo. 

¿Cómo anda el azadón esta mañana?

-Está bien, abuelo.

-A mí me parece que no. A ver.

Le pasé el azadón de mango corto que él había arreglado especialmente para mí, y se puso a hablarle con el brazo extendido:

-Azadón, esta mañana te mandé con mi nieto a remover este campo. Sabes que necesitaremos mazorcas este otoño. Él tendrá que llevarlas al colegio para su almuerzo. Pero como no quieres trabajar, voy a tener que ajustarte un poco para que lo ayudes.

Seguidamente, azotó el mango del azadón hasta que la vara se rompió y quedó lacia. Tiró lo que quedaba de la vara, y me devolvió la azada. Creo que ahora trabajará mejor.

-Yo creo que sí, abuelo-, le dije mientras arrancaba las malas hierbas con una energía hasta entonces desconocida en mí. (jajaja me parezco a él en muchas ocasiones me ha sucedido, me entra una agilidad jeje meio no solo sustote)



jajajjjaa lo primero que hice fue ver mis pies 

jajajaja ya somos dos 






                                                  Upsss


Mis respetos para todos esos papás o mamás postizos, que al final ellos son los que cuidan y velan sus sueños, no se necesita ser hijo biológico para amar con el corazón.



                                         Upss que cruel





JAJAJA MORI DE RISA, PUES NO ES EL ÚNICO QUE INTUYE ALGO, PUES EN MUCHAS OCASIONES INTUIMOS O INVENTAMOS ACONTECIMIENTOS QUE JAMÁS VAN A SUCEDER, IMAGINAMOS LO PEOR, A VECES SOMOS COMO ESTE NIÑO, SIEMPRE TEMEMOS EL CASTIGO, CUANDO NUESTROS PADRES O SERES QUERIDOS PREFIEREN ENSEÑARNOS A TRAVÉS DE SU PACIENCIA Y FIDELIDAD, PERO SOBRE TODO CON AMOR INCONDICIONAL.  A veces si, nos dieron  la nalgada sin hacerla ni deberla jeje ;(  =_=


No hay comentarios: