sábado, 16 de mayo de 2015

Valores




Paco de 8 años, entró en su casa, después de clase, pisoteando fuerte. Su padre, que se dirigía al fondo, al verlo entrar, lo llamó para hablar con él. Paco lo acompañó desconfiado.

Antes que su padre hablara algo, Paco dijo irritado:
– Padre, estoy con muchísima rabia. Joaquín no podría haberme hecho lo que hizo. Su padre, un hombre sencillo pero sabio, escuchaba a su hijo mientras ese seguía con su reclamo.

– Joaquín me humilló delante de mis amigos. ¡Me gustaría que le pasase algo malo!

El padre escuchó todo callado mientras caminaba buscando una bolsa de carbón. Llevó la bolsa hasta el fondo y le dijo a Paco:

– Hijo, quiero hacerte una propuesta. Imaginemos que aquella camisa blanca que está en el tendal es tu amigo Joaquín y que cada trozo de carbón es un pensamiento malo que tu le envías. Quiero que tires todo ese carbón en la camisa, hasta el último trozo y dentro un rato vuelvo para ver como quedó.

Al niño le pareció un divertido juego, la camisa estaba colgada lejos y pocos trozos acertaban al blanco. El padre que miraba todo, le preguntó:

– Hijo, ¿como estás ahora?

– Estoy cansado, pero feliz porque acerté muchos trozos de carbón en la camisa.

El padre miró a su hijo, que no entendía la razón de aquél juego, y dijo:

El padre tomó al niño de la mano y le dijo: 
Ven conmigo quiero mostrarte algo. 

Lo colocó frente a un espejo que le permite ver todo su cuerpo.... 

¡Qué susto! 

Estaba todo negro y sólo se le veían los dientes y los ojos. En ese momento el padre dijo: 

- Hijo, como pudiste observar la camisa quedó un poco sucia pero no es comparable a lo sucio que quedaste tú. El mal que deseamos a otros se nos devuelve y multiplica en nosotros. Por más que queremos o podamos perturbar la vida de alguien con nuestros pensamientos, los residuos y la suciedad siempre queda en nosotros mismos. 

















Esto se aplica a lo que he leído sobre tener cuidado con nuestros pensamientos, porque ellos se transforman en palabras y eso mismo después se transforman en acciones y las acciones se terminan convirtiendo en hábitos y son ellos mismos los que moldean nuestro carácter y eso siempre dependerá de nuestro destino. Igual se me viene a mi mente las palabras de mis padres que nunca se han cansado en decirnos que cuando alguna persona nos trate mal, jamás corresponder de la misma forma.

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