viernes, 28 de noviembre de 2014

Una mirada




Como casi siempre, acompañe a un paciente a rayos X.  Me apoyé en la pared y miraba hacia otros lados. Por el pasillo pasaba bastante gente. Muchas personas mayores de edad y bastantes batas blancas. De vez en cuando alguien abría una puerta, salía  alguna compañera  y  decía los nombres de los pacientes que debían de pasar a su consulta.

De repente, un médico se detuvo junto a mí y se paró a hablar con un señor mayor que esperaba a mi lado, también apoyado en la pared. Por la conversación, supe que se conocían de hace tiempo y supuse que estaba tratando a alguien muy cercano. El señor, vestido con un abrigo grueso y con cierto punto de elegancia, el médico le dijo un par de términos médicos y noté como se le iba la voz cuando le dijo: “está muy mal”.

Al médico le dio tiempo a poco más que a alguna palabra cargada más de ánimo para la lucha que de esperanza antes de que se abriera la puerta de la cabina de los rayos X y saliera abrochándose el último botón de la chaqueta de lana y caminando centímetro a centímetro una mujer pequeña y delgada con el pelo blanco recogido en un moño. Cuerpo diminuto avanzando en pasos diminutos.

Y entonces vi. Vi como ella levantó la vista y miró a su marido con unos ojos que yo no había visto nunca. Quizá era pena, quizá cansancio, quizá tristeza, pero de lo que no dudé nunca era que lo miraba con un amor enorme y de preocupación más por él que por ella. De como el vínculo que unía a aquellas dos personas era muy fuerte, sin decir nada y me di cuenta que hay que aprender a mirar con los ojos del alma, la mirada, simplemente la mirada es la verdad de un sentimiento, cuando miras y es correspondido puedes saber la respuesta del alma a la pregunta que jamas hiciste.porque con esa mirada le decía todo sin expresar palabra alguna, son pequeños detalles que se nos olvidan. Y allí, en lo que quizá fuera la antesala de su muerte, sentí que aquella señora diminuta, débil y enferma me había dado una lección de vida.

Paso a paso, centímetro a centímetro, recorrió en una eternidad los escasos metros que le separaban de su marido y otro escalofrío me recorrió el cuerpo al ver que aquel sentimiento era total y absolutamente correspondido. Así se cogieron del brazo y se marcharon lentamente por el pasillo del hospital.

Fue, sin duda, la demostración de amor muy intensa que hace pensar que el verdadero amor si existe.










MI TÍA HERMOSA.







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